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miércoles, 23 de marzo de 2011

La Memoria y la Poesía


SUEÑO DE UN 24 DE MARZO EL 12 DE DICIEMBRE

Estoy libre para la guerra.

Al fin me he decidido.

Tengo todas las preguntas que hay que hacer.

Y he comprendido todas las respuestas.

He trabajado mucho para eso.

Mi cuerpo se mueve con destreza,

mi mente alcanza la historia del Hombre.

Finalmente descubro las mil razones del poder

Las mil razones de la culpa

Las diez mil de los deseos.

Puedo salir a la guerra

Ya estoy preparado.

Pero...¿dónde está el enemigo?

En el campo de batalla ha crecido el pasto,

Y las viejas trincheras son nuevos cauces de nuevos ríos.

Un aroma antiguo perfuma el aire,

llenan la atmósfera voces distintas,

de viejas y renovadas palabras....

A todas les conozco la procedencia.

De todas descubro el por qué.

Soy joven y soy niño y soy viejo.

Soy yo y soy otro. Soy de adentro, y soy la gente.

El tiempo es como una tenue luz en la larga tiniebla

y ya no me divide.

Ahora son un ánimo, una sola alma

todas las esquirlas de mi.

¿A quien arrojaré mi lanza?

¿Qué sangre haré brotar?

He perdido la causa de aquel guerrero.

La tensión de mi brazo se resiste.

Ya no quiero herirme. No puedo.

Una rara calma vaga por todos lados.

Una suave brisa mueve apenas los arbustos.

Los hombres están sentados en el suelo,

y conversan, mientras trabajan con sus manos.

Inclinados, ensimismados....

dan forma laboriosamente

a las varias caras de su enigma.

Todo el tiempo es de ellos.

Están en este suelo para eso. Solo eso los anima.

Han encontrado su raíz en la tierra,

y por eso ni lloran ni se ríen

solo existe para ellos esta obra.

Y esa es también mi obra.

Son rostros sin tiempo,

como el de las viejas –y hermosas- esculturas griegas...

(las de Fidas...¿te acordás?)

Ahora estoy liviano,

sentado en una piedra,

Con ellos y sin embargo solo.

Una distracción ajena, una imaginación frondosa

recrea todavía la antigua guerra.

En algún lado del universo persiste el combate.

Un clarín estridente sigue sonando.

Chocan las armas y los hierros

estallan las palabras... el inútil fuego consume todo.

Y yo estoy solo.

Con todos ellos, y sin embargo solo.

Alguien me grita, impaciente: ¡Vamos, vamos!

Alguien que ha atravesado el velo imaginario.

Alguien que todavía no sabe que ya no vive.

Alguien que viene de las sombras del pasado.

Viene cargado de olor a sangre,

Porque ha entablado mil batallas para alcanzar el poder.

Ha dejado el alma en esa guerra.

Ha peleado duro con él mismo,

Hasta decidirse impotente

Hasta animarse a robar

Hasta convertirse en un criminal.

Y ahora se piensa poderoso....

¡...llena su mochila de verdad y poder ajeno!.

mas solo huele a sangre y fuego...

¡Y me invita a que lo siga!

Pero esa voz es un sueño...

Son seres que no existen.

Me llaman por mi nombre, pero ya no viven.

Conocen mis códigos mas queridos,

Y saben pronunciar en mi lengua

mis odios mi justicia mi verdad y mis miserias.

Y mis llantos y mis vanidades.

Quieren convencerme.

Quieren que me de por vencido de mi.

Como si fuera posible seguir el juego

Como si aun yo pudiera escindirme.

Como si esos dioses aún me convocaran,

Como si yo pudiera ser aquel, todavía.

Ahora suena una vieja y triste canción:

“El cielo se ha acercado a la tierra

Y los hombres están sentados en el suelo...”

La vida es así:

Ya no hay ruidos de guerra.

Ya no hay facciones,

ni recuerdos heroicos en fiestas patrias,

ni se trazan líneas insolentes en la tierra...

como cuando éramos niños.

Ya no hay estandartes ni banderas.

Nadie le pertenece a nadie,

Nadie le jura nada a nadie.

Nadie ha incumplido nada.

El juicio ha terminado.

Unos pocos hombres descansan

Con los pies en el agua. No hablan.

Me invitan a sentarme,

A mojar, yo tambien mis pies con ellos.

A quedarme callado....

A respirar despacio,

A mirar de nuevo, perplejo

A sentir un suave vientito...

Y a poner, ahora si, mi estrella danzante,

Bajo este cielo tan bello.

Juan Ricci

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